Cuando el trabajador no cobra

23 SEP 2013 – 00:00 CET11

No es la primera vez que una empresa deja de pagar la nómina a sus empleados. Las denuncias por impago ante la inspección de Trabajo se han disparado desde el inicio de la crisis en 2008. Lo insólito fue el comunicado de Panrico, el pasado martes, a sus 4.000 trabajadores de seis fábricas en España: les informaba en siete líneas de la suspensión “temporal” —sin precisar por cuánto tiempo— del pago de las nóminas, y les explicaba que sí seguirá abonando las facturas a los proveedores de harina, huevos o azúcar, para poder seguir produciendo bollería y pan de molde.

Cuando la caja de una empresa se queda vacía, ¿quién va primero a la hora de cobrar: los trabajadores o los proveedores? Sin materia prima no pueden echar a andar las líneas de producción. Pero la compañía también se arriesga a que el malestar de los empleados impagados derive en una huelga que termine parando las máquinas igualmente.

Los abogados laboralistas consultados por este periódico convienen en que no es legal dejar de abonar el sueldo de los empleados, y para ello apelan al Estatuto de los Trabajadores. Sin embargo, no hay ninguna norma que establezca quiénes tienen prevalencia a la hora de cobrar cuando la empresa afronta problemas graves de tesorería. La ley solo fija un orden preciso de cobros cuando una sociedad está en concurso de acreedores. Y no es el caso en estas empresas.

Panrico lleva desde 2006 en crisis. Acumula cuatro ejercicios de pérdidas (700 millones de euros en total) y varios ajustes de plantilla y rebajas salariales. Desde junio del año pasado pertenece en un 100% al fondo norteamericano Oaktree. La decisión de no abonar los salarios se produjo apenas 72 horas después del relevo del consejero delegado de la compañía. Joan Casaponsa presentó el día 12 un plan de viabilidad. El lunes 16 la compañía anunció su relevo por Carlos Gila. El martes, el nuevo ejecutivo daba la noticia a los empleados. La empresa no hace declaraciones, pero tiene sobre la mesa un plan de reducción de costes de 50 millones de euros.

Los trabajadores se debaten entre la inquietud de saber que no cobrarán, la indignación por lo que consideran una nula voluntad de diálogo por parte de la dirección de la empresa y el reconocimiento explícito de que esta atraviesa serias dificultades desde hace tiempo.

“Si no nos dan respuesta nos movilizaremos, pero está claro que sin materia prima no podemos producir. Y si no producimos tampoco hay ingresos”, lamenta el presidente del comité intercentros de Panrico en Cataluña, Leonardo Rodríguez (UGT). “No nos negamos a que cobren los proveedores, ellos también tienen trabajadores, y entendemos que tenemos que ser flexibles, pero todo tiene un límite”, añade.

Los expertos en derecho laboral expresan matices. José Luis Condado, abogado del Colectivo Ronda, recuerda que “cobrar el sueldo es un derecho básico, incluso preferente en caso de concurso de acreedores por encima de los créditos ordinarios, como son los proveedores”.

Según Condado, “la suspensión de Panrico no tiene ningún apoyo legal, pero es fruto de la política de hechos consumados del momento, en el que los trabajadores son el eslabón más débil: no pagando la empresa se financia a coste cero, saben que habrá una sanción de inspección, pero mientras resuelven un problema”, explica.

Respecto a la situación en la que quedan los empleados, el experto explica que poco pueden hacer: “Si no les deben tres nóminas no pueden emprender acciones legales que den respuesta a su situación. A partir de tres meses podrían solicitar la extinción del contrato y pedir indemnización como despido improcedente (45 días) y reclamar

El también abogado Alex Valls, socio responsable del departamento laboral del despacho Baker & McKenzie, apunta que pese a la ilegalidad que supone no pagar, el Estatuto de los Trabajadores no establece un orden de pago y “el empresario puede decidir libremente a quién paga antes, si a los trabajadores o a los proveedores, y atenerse después a las consecuencias”. Puede ser objeto de sanciones o encontrarse con que le reclamen las nóminas con un interés añadido del 10%. “Pero los proveedores pueden haber dicho: si no me pagas no te sirvo, si no te sirvo no hay líneas y si no hay líneas, ¿qué hacen los trabajadores?”.

¿Hay alternativas a una medida tan drástica? ¿No hay otras partidas donde ahorrar? Sí, pero en el caso de Panrico ya se han aplicado desde hace tres años y la caja ha llegado al límite. Cuando hay un deterioro de tesorería —por una caída de ventas o porque han caído los márgenes, y en Panrico se han dado ambas circunstancias— y los costes son superiores a los ingresos, las empresas pueden cerrar plantas de producción, desinvertir vendiendo partes del negocio o aplicar recortes de gasto. Sobre todo, gastos laborales. Lo explica el socio responsable de Restructuring de EY (Ernst&Young), Remigio Barroso. Pero Panrico “ya ha explorado muchas de las iniciativas que las compañías toman antes de una medida tan drástica: ha cerrado plantas, se vendió Artiach, ha despedido y ha bajado sueldos”.

Llegados a este punto, no queda otra alternativa que intervenir en el día a día: o dejas de pagar a proveedores o dejas de pagar a los empleados, indica Barroso. El experto subraya además la importancia de que en estas situaciones las empresas recurran “a la transparencia [enseñar los números a los comités de empresa], al diálogo y a las soluciones consensuadas con la plantilla, y busquen además la complicidad de los proveedores, que también están interesados en la viabilidad de las empresas”. Una medida que resulta más fácil de aplicar en las miles de pequeñas y medianas empresas que están pasando apuros en estos momentos que en una firma tan grande como Panrico.

El profesor de Dirección Estratégica del IESE y experto en gran consumo, Jaume Llopis, entiende que el nuevo ejecutivo de Panrico ha optado por “tener contentos a los proveedores y asegurarse de que le sirvan para poder seguir produciendo, y que tener un problema laboral en una situación tan límite le importa menos”.

Los expertos reconocen que el caso de Panrico no es, ni mucho menos, único. Condado, del colectivo Ronda, explica que a su despacho llegan constantemente casos de trabajadores desesperados porque han dejado de abonarles el salario. “Les van pagando pequeñas cantidades cada dos meses y pico, antes de que se cumplan los tres meses que permiten que el trabajador denuncie”. “Lo de ahora, hacer trabajar a la gente y no pagarles, es lo nunca visto”, asegura.

La cuestión es compleja, porque los impagos también afectan a las empresas proveedoras. En el sector privado el plazo medio de cobro está en 93 días, según el informe 2012 de la Plataforma Multisectorial contra la Morosidad. Un plazo cinco días más ágil que el año anterior, pero que todavía está lejos de los 75 días que fija la ley.

“El de la morosidad es un círculo vicioso”, suele decir el presidente de la plataforma, Antoni Cañete. Y al final, siempre hay personas: tanto si son trabajadores de una línea que para máquinas porque no hay harina, como los de la empresa de harina si quien se la compra deja de pagar.

“No hay derecho a hacer trampas como hicieron algunos banqueros”

“No hay derecho a hacer trampas como hicieron algunos banqueros”

El exministro conservador francés, que acaba de visitar España, cree que se debe acabar con los excesos de esos “banqueros irresponsables que pensaron que tenían todos los derechos”

Michel Barnier, comisario de Mercado Interior y Servicios. / Francois Lenoir (Reuters)

El comisario europeo de Mercado Interior y Servicios, Michel Barnier (La Tronche, Francia, 1951), llegó al cargo en 2010 con el propósito de poner orden el mundo financiero y acabar con los excesos de esos “banqueros irresponsables que pensaron que tenían todos los derechos” y propiciaron la crisis. El exministro conservador francés acaba de visitar España para dar a conocer su labor, crear una legislación financiera en Europa que evite los abusos del pasado a través de 28 nuevas leyes.

Pregunta. El Parlamento Europeo ha aprobado su propuesta para crear un mecanismo de supervisión único para los bancos de la zona euro. Para usted es el “gran paso hacia la unión bancaria”. ¿Por qué es tan importante?

Respuesta. Entre los 18 países de la zona euro existe una mayor interdependencia, un mayor riesgo sistémico que en los demás países de la UE debido a la moneda única. También hay una relación más fuerte y peligrosa entre los bancos y la deuda soberana. Por ello, hemos decidido supervisar las entidades y gestionar las dificultades juntos. Para asegurar la estabilidad del sistema bancario, la primera parte es esta supervisión común que será llevada a cabo por el Banco Central Europeo. Y la segunda será el mecanismo de resolución único, que debe permitir a la UE liquidar de forma ordenada las entidades con problemas, para limitar los riesgos y conseguir que esta vez sean los bancos, y no los contribuyentes, los que paguen por sus errores.

P. Un grupo de países encabezados por Alemania han rechazado su propuesta para que la Comisión Europea sea la responsable, en última instancia, de decidir qué hacer con esos bancos en dificultades. ¿Esperaba ese rechazo?

R. Algunas modalidades de la propuesta sobre el mecanismo de resolución europeo plantean dudas. Por tanto, no me ha sorprendido el debate. Lo importante es que el sistema funcione. Yo propongo una autoridad de resolución europea; no trato de aumentar el poder de la Comisión. También es primordial que haya un fondo europeo de garantía financiado por los bancos europeos en ese mecanismo. En cuanto a la toma de decisión, es necesario que alguien lo haga, lo cual no ocurrió en las crisis pasadas, cuando solo se sentaron autoridades nacionales alrededor de la mesa.

P. ¿Cree que votaciones como esa, donde se siguió la voluntad de Alemania, pueden dar la idea de que un grupo de países siempre acaba imponiendo sus intereses a los del resto de la UE?

R. No hay que dramatizar este asunto. Tuvimos el mismo debate en 2012 cuando presenté la propuesta sobre el mecanismo de supervisión, y los ministros lograron un acuerdo. Los países no solo defienden sus intereses, sino también sus ideas, sus dudas. Quiero hallar soluciones que funcionen. Creo que se pueden encontrar compromisos con todos.

P. La Comisión acaba de presentar una propuesta para reforzar el control sobre el líbor y el euribor y castigar su manipulación. Renunció a su idea original de trasladar al ámbito comunitario la supervisión directa de estos índices, ¿será un problema?

R. Este es un asunto que afecta a la gente. En España hay 18 millones de contratos hipotecarios que dependen de estos índices. No hay derecho a hacer trampas como hicieron algunos banqueros. He aportado dos respuestas. Una represiva: se impondrán sanciones, incluidas sanciones penales, a quienes manipulen estos tipos. Y otra centrada en la supervisión de los organismos que los elaboran, que se hará con los nuevos criterios europeos. Por lo demás, el centro de gravedad del libor está en Londres, y el del euribor, en Bruselas. Así que no hay problema. Confío en los organismos de supervisión británicos y belgas.

P. ¿Cree que hoy podría haber una crisis como la del 2008?

R. Las regulaciones del sector financiero están entrando en vigor en estos momentos. El objetivo es volver a poner a los bancos al servicio de la economía real. Sabemos que siguen pagándose bonus insensatos, que se siguen vendiendo productos tóxicos, pero creo que la gente lleva más cuidado. Muchos actores de los mercados han anticipado estas leyes. Así que puede haber una crisis, pero no por los mismos motivos, sino porque siguen existiendo riesgos relacionados con determinadas burbujas. Dicho esto, todavía hay que trabajar en la consolidación de las entidades. He propuesto 28 leyes y gran parte de ellas siguen estando en trámite legislativo. Ahora hay que aplicarlas.

P. Da la impresión de que se ha avanzado en la regulación del sistema financiero, cuyos excesos detonaron la crisis. Sin embargo, parece que han dejado de lado sus consecuencias: el paro, un crecimiento anémico, etc. ¿Qué pueden hacer para luchar contra esto?

R. Las dificultades insoportables que viven tantas familias son consecuencia de varias crisis: una financiera que llegó de Estados Unidos y fue provocada por el comportamiento amoral y escandaloso de banqueros y la desregulación del sector; y una crisis de la deuda que fue culpa nuestra. Tratamos de solucionar todo esto, un poco entre la espada y la pared. La regulación está casi hecha, los países sobreendeudados como España, que amenazaban con lastrar a las generaciones futuras, han entendido que tenían que ajustar sus cuentas y gestionar mejor el dinero público. Ha llegado la hora de incidir en la educación, la investigación y la inversión. La prioridad ya es luchar por el empleo y el crecimiento. Pero la regulación era necesaria. No se puede pedir a las empresas que inviertan, ni crecer sobre bases arenosas. También se ha entendido mejor en Bruselas que hay que diferenciar los esfuerzos entre países, algo que llevo tiempo defendiendo. Hay que acabar con el fetichismo de los números, la austeridad no debe matar el crecimiento. Se deben preservar algunos gastos como los de educación e investigación.

P. Hablaba esta mañana de un motivo de preocupación para usted: la pérdida de influencia de Europa en el mundo. Según algunas estimaciones, de aquí a 2050, no habrá ningún país europeo en el G-8. ¿Cómo se puede remediar?

R. No se trata de tener influencia por placer. El mundo es multipolar, con países que no necesitan a nadie: China, Estados Unidos, Brasil, India, etc., porque son Estados-continentes. Ellos deciden del orden o del desorden de todos en el G-20 y en otros sitios. Debemos estar allí, y ningún país europeo puede estar allí por sí solo. Tiene que ser la UE. ¿Cómo se consigue estar allí? Gracias al mercado único, que es nuestra principal ventaja. Hay que mejorarlo mediante políticas comunes para la industria, el comercio, la competencia, la agricultura. Creo que llegó la hora para Europa de que haya menos reglamentación y más políticas.

P. Usted dijo: “No acepto que Europa sea una tierra que se conforma con consumir lo que se produce en EE UU y China”. ¿Dejar de lado a la industria ha empeorado la crisis en Europa?

R. Sí. Los países que han conservado su industria tienen menos deudas. Los países nórdicos, Alemania. Porque uno ahorra más cuando produce en vez de tener que comprar. No acepto la idea de que solo seamos una tierra de servicios. No puedo aceptar que dependamos de EE UU y China en las tecnologías claves: biotecnologías, nanotecnologías, energías renovables, etc. No se trata de defenderse con proteccionismo, sino con inversión, movilizando juntos los institutos de investigación, los créditos públicos o privados en los sectores estratégicos. Creo que el próximo desafío de la Comisión será la elaboración de una política industrial europea

“El actual sistema económico nos lleva a la tragedia”

El Papa: “El actual sistema económico nos está llevando a la tragedia”

El Papa, a su llegada a Cagliari. / ALBERTO PIZZOLI (AFP)

La novedad del papa Francisco no es tanto lo que dice como lo que escucha. La primera decisión de Bergoglio tras ser elegido Papa fue la de no encerrarse en el Vaticano, no solo para llegar a la gente, sino, sobre todo, para que la gente llegara a él. Y también lo primero que hizo ayer al llegar a Cagliari, la capital de Cerdeña, no fue soltar una monserga al uso, sino escuchar con visible atención las quejas de tres de las víctimas de la crisis, un parado, un pastor y una empresaria. El parado le dijo: “La falta de trabajo debilita el espíritu y provoca miedo y desconfianza en el futuro. No nos deje solos”. Y, como respuesta, el Papa guardó el discurso que traía escrito e improvisó un vehemente alegato en contra del modelo económico: “El actual sistema económico nos está llevando a la tragedia. Los ídolos del dinero nos están robando la dignidad”.

El papa Francisco tiene miedo de que sus palabras suenen huecas, impostadas, y así lo reconoció: “No quiero ser un funcionario de la Iglesia que viene y os da ánimos con palabras vacías, dichas con una sonrisa. Perdonad si estas palabras son un poco fuertes, pero digo la verdad: la falta de trabajo te lleva a sentirte sin dignidad. ¡Donde no hay trabajo no hay dignidad! Y esta tragedia es la consecuencia de un sistema económico que ha puesto en el centro a un ídolo que se llama dinero”.

Ya para entonces, el Papa había arrancado aplausos y lágrimas a las decenas de miles de personas que abarrotaban las inmediaciones de la basílica de la Virgen de Bonaria —advocación que dio nombre a la ciudad de Buenos Aires— hablándoles del sufrimiento de sus padres al llegar a Argentina: “Me siento muy cercano a los que atraviesan una situación de sufrimiento, a tantos jóvenes sin trabajo, a las personas apuntadas al desempleo o con trabajos precarios, a los empresarios y comerciantes que tienen que hacer muchos esfuerzos para salir adelante. Es una realidad que conozco bien porque vengo de Argentina. Mi padre, de joven, se fue a Argentina lleno de ilusiones por buscar un futuro en América. Y sufrió la terrible crisis de los años treinta. ¡Perdió todo! ¡No había trabajo! Sé que debo hacer todo lo posible para que la palabra ánimo sea una bella palabra dicha de pasada. Quiero que este encuentro me empuje a hacer todo lo posible como pastor y como hombre”.

Y como pastor de la Iglesia y como hombre que en estos momentos lleva tras de sí toda la atención mediática mundial, Bergoglio lanzó una andanada a los líderes políticos y económicos: “El actual sistema económico nos está llevando a una tragedia. Vivimos las consecuencias de una decisión mundial, de un sistema económico que tiene en el centro a un ídolo que se llama dinero. Pero Dios ha querido que en el centro estén el hombre y la mujer y que lleven adelante el mundo con su trabajo. ¡Pero aquí manda el dinero! Y caen los ancianos, porque en este mundo no hay un puesto para ellos. Se trata de una eutanasia escondida: no los cuidamos, no los tenemos en cuenta…”.

El Papa, que el pasado mes de julio eligió la isla de Lampedusa como su primer viaje en Italia y arremetió contra “la globalización de la indiferencia” ante el drama de la inmigración, ha elegido otra isla, Cerdeña, como su segundo viaje hacia la periferia, esta vez hacia la periferia del desempleo y la desesperanza. Al final de su encuentro con los representantes del mundo del trabajo —o de la falta de él—, Francisco improvisó una oración que era también una queja y una exigencia a un Cristo al que nunca le faltó el jornal: “¡Señor, míranos! Mira esta ciudad, esta isla. Mira nuestras familias. Señor, a ti nunca te faltó el trabajo, eras carpintero, eras feliz. Señor, nos falta el trabajo. Los ídolos quieren robarnos la dignidad. Los sistemas injustos quieren robarnos la esperanza. Señor, no nos dejes solos. Ayúdanos a ayudarnos entre nosotros, a olvidar el egoísmo. Señor Jesús, a ti no te faltó el trabajo, enséñanos a luchar por el trabajo”.

Bergoglio también tuvo un encuentro con el mundo de la cultura, durante el cual pidió tener en cuenta a las nuevas generaciones de políticos, y una reunión en la catedral con un grupo de 27 detenidos y 132 personas en situación de pobreza. El Papa que escucha les demostró que tiene calados a quienes utilizan la caridad como un negocio: “A veces también se encuentra la arrogancia en el servicio a los pobres. Algunos hacen alardes, se les llena la boca con los pobres… Sé que esto es humano, pero no está bien. Mejor harían con quedarse en casa”